¿Es posible aprender cuatro idiomas a la vez?
No importa en qué país ni el tipo de público: si pido que levanten la mano aquellos a los que les gustaría aprender un idioma, todos lo hacen.
Sin embargo, a la gran mayoría no le alcanza una vida para cumplir su sueño de hablar otra lengua.
Muchos ni siquiera llegan a hablar un par de frases más o menos bien dichas en inglés, francés, italiano, chino, alemán o el idioma de su elección.
¿Por qué son muy pocos los que lo consiguen, a pesar de las -prácticamente- infinitas posibilidades de las nuevas tecnologías actuales?
Según la neurociencia, para aprender se necesitan básicamente dos elementos: un camino incierto y un abrazo al final.
Es una forma metafórica de decirlo, pero así fue como aprendimos a caminar, a hablar y luego todo lo demás. Un bebé da dos pasos y se cae, y sus padres gritan «¡Ya está caminando!» y lo abrazan de alegría.
Si no hay un abrazo al final, difícilmente podremos motivarnos. Y si el camino a recorrer es seguro, no nos atraerá. Tiene que haber cierta incertidumbre, que es la que gatillea la dopamina: la principal responsable de la motivación y de la capacidad para aprender.
Aprender un idioma es un camino incierto. No sabemos si lo vamos a conseguir.
Así que con eso ya tendríamos la mitad del alquiler, como se dice en alemán.
¿Qué falla entonces?
Tengo una sospecha.
La enseñanza tradicional es punitiva. Si no sabes algo o te sale mal, te ponen mala nota. En idiomas es peor aún, pues el temor de cometer errores y pasar vergüenza es capaz de inhibir a cualquiera.
Es decir, aunque supiéramos que al final vamos a tener un «abrazo» en forma de diploma, elogios o la satisfacción de poder comunicarnos en otra lengua, sabemos también que el camino estará plagado de «no-abrazos»: burlas, inseguridades y comentarios negativos.
Por eso nos cuesta tanto animarnos con los idiomas.
¿Qué hacer?
Conozco varias posibilidades. Una de ellas es recurrir a la curiosidad como motor.
El mismo proceso de aprender una nueva lengua es interesantísimo, así que, ¿por qué no ponerse a observarlo (y a observarte) con curiosidad y atención, sin preocuparse mucho por los resultados?
Pensando así, se me ocurrió un nuevo experimento y hace un par de semanas empecé a «revisar» cuatro nuevos idiomas a la vez: quechua, ruso, chino y polaco.
Uso como motor mi curiosidad: quiero saber qué pasará después de tres meses si dedico por lo menos media hora al día (en total) para los cuatro.
Aunque utilizo varias de mis propias técnicas (la repetición a doble velocidad, el «eco veloz» y la lectura rápida, por ejemplo), esta vez no tengo una línea o meta concreta: solo dejarme llevar por mi curiosidad.
La idea es ver un video, escuchar un pódcast o leer algo en cada uno de esos idiomas todos los días. La elección del material es libre.
Lo único fijo esta vez es la organización, la rutina diaria.
Sin «orga» no hay nada. Puedes tener un buen método y estar motivado, pero si no practicas regularmente será en vano.
Ya les contaré detalles en el blog. Por el momento puedo adelantarles que la pronunciación del chino me está resultando mucho más fácil de lo que creía y que el polaco tiene muchas palabras en común con nuestro idioma.
HjV
Muchísimas gracias profesor, su charla estuvo magistral.
R: Gracias a ti, Patricia, por asistir y participar tan activamente. HjV
Muy agradecido por las enseñanzas aprendidas, super recomendado.
R: Gracias a ti por participar en el Laboratorio Movilinguas, Thiago.